Hay en Hermano un algo de la
fascinante combinación de lo vulgar e hilarante con lo lírico y melancólico que
en su día me enamorase de la Lucía Etxebarría de Beatriz y los cuerpos celestes,
uno de esos libros que he leído tres veces para sorpresa de mis amigos y colegas
en la Literatura.
Pero es precisamente esa fascinación que me produce la paradójica mezcla de
ambos estilos en una misma obra lo que me atrae con poderosa fuerza a ellas como
si de la miel a una mosca se tratase o como un imán gigante para un trozo de
hierro. Porque la historia principal, en lo emocional, es poética, y me
engancha, y me hace sufrir (considero que todo autor es un punto masoquista) y
emocionarme e incluso llorar, porque empatizo con ese protagonista enamorado
hasta las uñas de los pies y los huesos del alma de ese ser maravilloso que lo
lleva y lo trae por uno de esos países exóticos, pobres y espirituales del
“Lejano Oriente”. Pero también consigo reírme con la vulgaridad de su amigo,
homosexual de pueblo (o ciudad pequeña), que tiene la boca llena de tacos (y no
mexicanos, precisamente), que analiza la realidad con un pragmatismo brutal y
natural pasado por un tamiz o velo de mala leche muy drag y que, a través de sus
gruesas palabras, golpea con fuerza esa realidad, la sacude como si quisiera
hacer caer de ella las obviedades, pesadas como melones, o las decisiones para
modificar esa realidad, difíciles de encontrar como exquisitas trufas.
Porque el hombre es mitad ángel y mitad demonio; porque es mitad tristeza y
mitad alegría; porque es mitad prosa pragmática y mitad poesía espiritual… O si
no mitad y mitad sí parte y parte, considero la tragicomedia como la más
auténtica de las formas de la Literatura, y como un cuadro de Antonio López me
engancha con su perfeccionismo de fotografía subjetivada, aunque sea todo
mentira, tela y óleo o, en el caso de la Literatura, palabras, es decir, pura
ficción.
Adicionalmente está esa historia principal que hemos mencionado, en la que se
aúnan la ternura y la magia del enamoramiento, con unos paisajes hermosos,
diferentes, marco o fondo ideal de esta historia de amor no expresado hasta caer
en el libro. No veo aquí un libro de viajes solapado, pues la intensidad y la
cantidad de los pasajes dedicados al descubrimiento del país no distraen ni
sombrean la importancia y la profundidad de ese sentimiento que origina el texto
sino que más bien lo acompañan o potencian . Texto escrito con una prosa que
fluye, bellísima, por momentos prosa poética por la fuerza del sentimiento, la
alteración, la enumeración de las virtudes de ser amado… O humorística, sin
pausa, desternillante, producto de carcajada brutal ante la procacidad del
personaje mitad pueblerino, mitad sicalíptico.
Por poner un pero, diría que, en mi opinión, se aparta el autor un poco del
hilo cuando, al final, enumera una serie de casos de violación de los derechos
humanos de los homosexuales que, aunque se agradezca en términos generales (hay
gente que se cree que estas cosas ya no suceden), aporta un paréntesis en la
historia cuya gran altura emocional se ve enfriada por este documento casi
ensayístico, aunque de gran valor. Es una observación, no obstante, subjetiva en
esencia.
La novela, que narra las vacaciones de un homosexual español en Birmania es,
en realidad, un canto al amor no correspondido, o el amor no expresado porque el
enamorado nunca se atreve a declararse. El bello autóctono de fuertes pies y
amplia sonrisa, no parece exteriorizar nunca un sentimiento similar al del
protagonista, recíproco, lo que disuade al primero de usar las palabras claras
que desvelarían el misterio.
El español ha regresado, han pasado dos años desde su viaje, pero no olvida,
no puede olvidar y escribe sus recuerdos como quien exorciza, o como quien
confiesa, o como quien clama en el desierto de su propia alma y solo le responde
la arena que va y viene y forma y “desforma” dunas.
A destacar el magnífico comienzo, laberíntico, misterioso, pseudo-histórico,
caleidoscópico y brillante como le cuadra a un escritor de raza que nos embauca
desde el primer momento. Un acierto. Y se puede decir más alto (UN ACIERTO),
pero no más claro. Una buena novela escrita magníficamente, por la que los ojos
fluyen… Y los sentimientos a la par.
Guillermo Arróniz López
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