Hermano

una novela o una carta o un cuento largo o lo que sea de José Luis Serrano (elputojacktwist)

Reseñas


Reseña de La tumba del chicle Bazooka en El Librepensador (28 septiembre 2012), por Guillermo Arróniz

Porque cuando le dijeron que padecía lesbianismo supo que moriría de eso. Lo trágico fue que al cabo de unos años supo que lo suyo no tenía cura porque no era una enfermedad. Supo que le habían robado la vida”.
Soledad siempre sola (2007).
La tumba del chicle Bazooka
Las narraciones cortas, artículos y crónicas de viajes (por llamar a estas últimas de alguna forma genérica y reconocible) contenidas en esta obra ponen de manifiesto que el autor de Hermano ya podía presumir de talento hace bastante tiempo puesto que tiene la atención de indicar al lector el año en que fue escrito cada elemento independiente del conjunto. Cosa que sin duda no hará dada su conocida modestia, por otra parte.
El libro que nos ocupa se divide, como se desprende de lo dicho, en tres partes con un número diferente de composiciones cada una, siendo la más extensa la primera, dedicada a relatos cortos. Estos son deliciosos. Demuestran la capacidad del escritor para sintetizar los elementos de una narración, para generar todo un espacio y unos personajes tan solo en unas cuantas líneas. La temática es variada pero ronda los personajes homosexuales, y en más de una ocasión casados con mujeres lo cual ya constituye un punto de partida con sabor propio.
Por ejemplo El probador de caballeros (1993) donde podemos leer el siguiente fragmento:
“Se cruzó con tres policías, dos hombre y una mujer, gordos como peces globo, que paseaban orondos y parsimoniosos como en un acuario, flotando majestuosamente entre las hordas desocupadas que abarrotaban las aceras”.
No hay remilgos a la hora de utilizar el lenguaje, a la hora de abordar las historias. No hay innecesarias salidas de tono buscando un marketing basado en el morbo o en lo llamativo de un mal gusto excesivo, sino una necesidad de plegarse a lo verosímil, a la realidad, siempre “literaturizada”. Por ejemplo en “Just what is it that makes today’s homes so different, so appealing? (2010):
“[…]escucha los pasos de Camilo que se dirigen a la cocina. Imagina que estará meando en el fregadero. No sería la primera vez. Antes lo hacía por la ventana que daba al patio interior, pero le pilló un vecino”.
Sobrecogedor, desde luego, resulta el artículo “El silencio” (2009), que ha conseguido ponerme los pelos de punta y eso que las obras de arte contemporáneas y conceptuales tienen la extraña virtud sacar a relucir mi mal humor. Sin embargo el texto constituye la explicación del concepto de la obra, la completa, la llena, la otorga de la belleza que quizá le falte. Las palabras de José Luis Serrano llenan y explican ese silencio de 4’33’’…
“4’33’’ son exactamente 273 segundos, el cero absoluto de la escala Kelvin con un negativo delante. Es el grito silencioso de las bestias aullantes de Francis Bacon, también homosexual. Un grito que vemos pero que no oímos. 4’3’’ es un homenaje a todos esos silencios y una advertencia: hablemos, gritemos, hagamos como el héroe de “La historia interminable”: construyamos nuestro mundo con las palabras. Si no, todo es silencio, vacío y muerte”.
Los artículos o reflexiones del autor, que forman ese capítulo intermedio, son un magnífico puente a sus crónicas de viajes, pues enlazan los pensamientos del autor, con la narrativa viajera y la narrativa de ficción. Son un paso breve, conciso, y siempre profundo (a pesar de que escriba José Luis Serrano uno de ellos declarando que intenta serlo y lo no consigue, declaración seguro honesta, basada en la modestia que ya anunciábamos que suele adornarle).
Para postre nos quedan esos paseos que nos daremos siguiendo las palabras del autor por la India y por Uzbekistán donde, como viajero de raza, intentará evitar los decorados de plástico construidos o al menos arreglados para gusto de masas de turistas para adentrarse en el corazón de los rincones del planeta, sus gentes, las grietas de lo auténtico, siempre más difícil de asumir por cuanto no está edulcorado, pero precisamente por ello más valioso e intenso, como el café puro, aunque en su caso sea siempre un té caliente que sirve para enfrentarse al extremo bochorno (aunque pueda parecer paradójico). Es como si viajase, no a los países, sino a sus gentes, y a través de ellas, a la esencia de los lugares. Prodigios de la comunicación, los idiomas no le impiden la comunión con aquellos con quienes se cruza y de quienes toma las más bellas anécdotas en su sencillez poética. No hay que esperar largas y detenidas descripciones de los templos ni de los paisajes (no hay puertas esculpidas a lo Umberto Eco), sino momentos de participación con el entorno y con los seres humanos que lo pueblan. Natural y bello, desde las ratas del cine, al olor de las cenizas de los cuerpos que se van, río abajo…


Reseña en el blog de Javier Sedano (enero 2013)
 
“Hermano” es el atractivo título de la obra de: José Luis Serrano (Elputojacktwist), al menos para mí, pues algunos amores del pasado, consumados o no, se convierten en hermanos. La amistad prevalece fortaleciéndose y forman parte de esos confidentes ideales.

“Hermano” reza como una historia de amor disfrazada de libro de viajes sobre Birmania. Pero en realidad, al finalizar su lectura, son dos cosas muy distintas.

Por una parte José Luis, nos relata una historia de amor sin consumar. Una historia de amor donde los sentimientos y las emociones están a flor de piel y donde la ingenuidad y sencillez del birmano atrapa al protagonista, hasta no olvidarlo jamás. Como me confiesa el autor en la entrevista realizada: “El protagonista sobre todo lo que querría es haber seguido manteniendo ese misterio, viajando entre campos de coliflores en el coche con el birmano, infinitamente. Sin preguntas, sólo disfrutando de las gotas de sudor que resbalan por el cuello del muchacho. Todo lo demás le da igual.

Por otra parte, las descripciones de Birmania nos sumergen en un país cargado de misticismo, con gentes humildes, sencillas, trabajadoras… Donde viven la vida sin preguntas e incluso exentas del estrés que en las grandes ciudades y provocadas por el consumismo desmesurado y el afán de tener más, nos hace olvidarnos de lo que verdaderamente somos: Humanos, cargados de sensaciones y sentimientos que hemos postergado y cambiado por el vil dinero. Ellos, los birmanos, por el contrario, viven la vida sin interrogantes inútiles.

El protagonista principal se cuestionará demasiadas preguntas tras ese viaje y la experiencia vida: “Quizá nunca hemos sido lo que habríamos querido…” es una de las frases que acompañan, casi al final de libro, a los pensamientos del protagonista.

En definitiva, es una novela corta, llena de lirismo, de una belleza visual que te atrapa en cada una de las páginas, que te hace pensar y reflexionar sobre cuestiones que muchos han podido olvidar en el tiempo.

Heliópolis: el blus del hada azul (12 noviembre 2012)

artificio.

(Del lat. artificĭum).
1. m. Arte, primor, ingenio o habilidad con que está hecho algo.
2. m. Predominio de la elaboración artística sobre la naturalidad.
3. m. artefacto ( máquina, aparato).
4. m. Disimulo, cautela, doblez.
Real Academia Española – Diccionario de la lengua española. 
La palabra “artificio” suele tener connotaciones negativas en su uso cotidiano. Probablemente haya que remontarse a esa concepción maniquea (y absurda) de lo artificial contra lo natural para explicar la razón, cosa que no interesa.  Habría que hablar aquí de si lo humano es divino o mundano; de si un acorde mayor es armónico porque sí (por los armónicos que nadie escucha); de si la ergonomía del plátano fue pensada en función de la forma de la palma de la mano, cosas que tampoco interesan (excepto, quizás, el asunto del plátano).

Pero la RAE confirma nuestras sospechas de que lo artificioso no es peyorativo, ni mucho menos. La Real Academia Española asevera, por tanto, que Hemano –novela del escritor José Luis Serrano, Elputo Jacktwist, y publicada por Egales)– es arte, primor, ingenio y habilidad, aplicando tantas falacias lógicas como sea necesario para llegar a esta conclusión disimulada, cautelosa, artificial y, sin embargo, verdadera.


Y es que Hermano es un artefacto literario perfectamente construido. Es matemáticamente coherente con una finalidad estética, y ejemplo de un mecanismo (cuántico) bien engrasado. Porque toda la novela es una mentira tras otra –como cualquier otra obra literaria que se precie–, bien dispuestas todas ellas y articuladas para causar un efecto que se resume en una única palabra. Una palabra situada cerca del final del libro –aunque se la anuncia mucho antes; es como un esquivo gato de Schrödinger– y cuya patente tiene que estar protegida de spoilers, para el bien de toda la santa colección de potenciales lectores de la novela.

Las espectaculares imágenes de esta guía de viajes por Birmania, los momentos más divertidos de su juego (¡menudo primer capítulo!), su humor camp bien dosificado, la tristeza inmanente a todo (incluso a las sonrisas ensimismadas)…, todo estalla al leer esa palabra que el libro anuncia –que yo anuncio también–, y que es uno de los mejores artificios narrativos que he tenido el placer de leer.

No puedo recomendar lo suficiente esta novela, porque me resultaría indecente. Sería como pregonar que se enseñara la teoría evolutiva en una escuela en lugar del creacionismo, porque la primera explica la realidad “sensiblemente” mejor que la segunda. ¡Es lógico! (aunque no en todo el mundo aplica la misma lógica).
¿Por qué deberías leer Hermano? Porque sí. Porque así es como se escribe, así es como se lee y así es como se siente: con risas, rabia, tristeza y placer estético condensado en una única palabra, que necesita de toda una novela para existir y saber estar.

Las existencias complicadas o difíciles son las más interesantes, que no os quepa duda.

El asombro del extraño paralelismo de que dicha palabra con la palabra clave de mi novela, Heliópolis: El Blues del Hada Azul –donde sólo el género de la misma, es decir, una letra, marca la diferencia– me lo reservo. Connotaciones muy diferentes para una misma cosa, pero unidas con (in)timidez y complicidad.

A veces me gusta pensar que la novela de José Luis y la mía son hermanas (aunque jamás me corresponderá esa atribución por pura modestia), y me regodeo en ello de forma casi malsana.

Corred a leer Hermano, porque no sería sensato no hacerlo.



Página web de Luis Antonio de Villena (20 agosto 2012)

José Luis Serrano es un atinado crítico al que se puede leer en la página amiga dosmanzanas.com. Hace no mucho publicó en Egales una novela (creo que su primera) que se titula “Hermano” (el título tiene mucho que ver con el argumento) y que se pretende también literatura gay, pero desde un estilo diferente al de “Charlie”. Nada aquí de didactismos ni de salidas del armario. La novela, con buen pulso literario, narra un viaje a Birmania -hace unos dos años- donde el protagonista queda prendado de un muchacho birmano, de Mandalay, chófer en un cochecillo humilde, enmedio de un país pobre, budista, tórrido y monzónico. La novela (que sólo tiene la caída de un correlato en exceso casticista, de locaza carpetovetónica) tiene inevitablemente algo de grato libro de viajes y mucho del relato de un amor que tiende a parecer posible, y finalmente, pese a las cercanías, no lo es… Serrano se da cuenta que la novela no debe ser mera linealidad ni puro didactismo y en ese camino de novedades (que no son dificultades) el lector hallará gratas sorpresas. Ya digo que hay alguna bajada y un fin demasiado largo, cuando ya cayó el telón. Pero es un libro hecho con amor y saber y vale la pena darle la bienvenida, ya que es además su primera novela y la ha tomado con alta vocación literaria. ¡Felicidades!

Reseña en PastorCorydon (2 agosto 2012)

"Hermano" de Jose Luis Serrano, la gran revelación de la literatura gay en español

Siempre he sido de la opinión de que el crítico debe dejar que pase un tiempo prudencial antes de emitir su parecer sobre una obra. El éxtasis a que te lleva, con tal que sea medianamente buena, obnubila tu juicio. En este caso haré una excepción ante una novela excepcional y escribiré aun ojeroso por las lágrimas. No haré una valoración filológica, aunque algo hay de ello, sino una reflexión íntima y por tanto subjetiva de la obra.
“Hermano” del putojacktwist es una combinación a la par de una novela de viajes y una novela de amor. No debe sorprendernos en una época donde la pureza de género se ha perdido a favor de la mezcla. Fusión, en argot musical.
Como relato viajes se trata de una introducción entusiasta que no acrítica (como debe ser todo introducción) a la cultura y sociedad birmana. Todos aquellos que se sientan atraídos por el exotismo oriental degustarán la exquisitez de las apreciaciones, que no son exactas sino personales, esto es, líricas, lo que distingue una guía turística de una obra literaria.
Como historia de amor, el desgarro personal por una pasión imposible ha puesto palabras a un sentimiento que en su día busqué y hallé en la poesía de Cernuda. Y qué decir de los detalles: esas pequeñas ternezas, fijaciones obsesivas en aspectos del amado que todo aquel que alguna vez haya estado enamorado reconocerá: los pies (“ay, tus pies”), el dulce aliento con olor a cola o a fresa, los pelitos últimos de la cabellera que se deslizan húmedos de sudor sobre el cuello, el cuello…
En el capítulo de lo personal me gustaría señalar que a lo largo de sus páginas me he reconocido a mí mismo, de adolescente, sintiendo -padeciendo, para ser más exactos- un amor platónico que fue el primero y quizá el único que he vivido. Ese es el poder evocador de la poesía -porque el autor de esta novela es antes que nada un poeta-: que a despecho de generaciones y geografías uno encuentra en las palabras del poeta sus palabras, aquellas que dan la nota exacta de lo que siente gracias a las metáforas. Hoy mi historia se confunde con la de esta ficción y corro el peligro de acabar creyéndome que yo también estuve enamorado de un muchacho birmano.
Quizá también ayude a eso que el mundo literario del autor es en buena medida el mío: Cernuda, mi poeta; San Juan de la Cruz, o el desparpajo del Terenci Moix más mordaz en los monólogos telefónicos. Dicen que esto último bebe también en Eduardo Mendicutti, pero yo a Eduardo Mendicutti no lo he leído (mea culpa). De hecho, esos saltos del lirismo más exquisito a la chocarrería del vendedor de fajas ya los probó el gran Terenci en su última novela, El arpista ciego, yo diría que con peor fortuna.
No me resisto, a pesar del entusiasmo, a hacer una objeción. Así, mi decidida loa a la obra gozará de más crédito. Tras el capítulo en el que se narra la despedida, que hubiera sido un fantástico final, una serie de seis capítulos de añadidura funcionan a modo de anticlímax. El anticlímax, como recurso literario es peligroso: solo recuerdo uno -los funerales de Héctor en la Ilíada- que merezca la pena. Creo que Aristarco de haber leído el de esta obra lo habría atetizado. Cierto que para los lectores de dosmanzanas el segundo capítulo  posterior a la despedida es un guiño cómplice; cierto que como obra comprometida puede justificarse; pero ¿encarece desde un punto de vista literario la obra?
En cualquier caso, si he escrito esta nota es con la intención de invitar a todo el mundo a leer la novela. Todos aquellos que no hayan tenido contacto con la literatura gay podrán iniciarse en ella o al menos conocerla en la delicada sensualidad, humor y ternura de una obra que está llamada a convertirse en un clásico del género.
Además, acabo de descubrir que el autor es de Ciudad Real: eso es un plus de garantía.


El librepensador, Guillermo Arróniz López (17 junio 2012)

Hay en Hermano un algo de la fascinante combinación de lo vulgar e hilarante con lo lírico y melancólico que en su día me enamorase de la Lucía Etxebarría de Beatriz y los cuerpos celestes, uno de esos libros que he leído tres veces para sorpresa de mis amigos y colegas en la Literatura.
Pero es precisamente esa fascinación que me produce la paradójica mezcla de ambos estilos en una misma obra lo que me atrae con poderosa fuerza a ellas como si de la miel a una mosca se tratase o como un imán gigante para un trozo de hierro. Porque la historia principal, en lo emocional, es poética, y me engancha, y me hace sufrir (considero que todo autor es un punto masoquista) y emocionarme e incluso llorar, porque empatizo con ese protagonista enamorado hasta las uñas de los pies y los huesos del alma de ese ser maravilloso que lo lleva y lo trae por uno de esos países exóticos, pobres y espirituales del “Lejano Oriente”. Pero también consigo reírme con la vulgaridad de su amigo, homosexual de pueblo (o ciudad pequeña), que tiene la boca llena de tacos (y no mexicanos, precisamente), que analiza la realidad con un pragmatismo brutal y natural pasado por un tamiz o velo de mala leche muy drag y que, a través de sus gruesas palabras, golpea con fuerza esa realidad, la sacude como si quisiera hacer caer de ella las obviedades, pesadas como melones, o las decisiones para modificar esa realidad, difíciles de encontrar como exquisitas trufas.
Porque el hombre es mitad ángel y mitad demonio; porque es mitad tristeza y mitad alegría; porque es mitad prosa pragmática y mitad poesía espiritual… O si no mitad y mitad sí parte y parte, considero la tragicomedia como la más auténtica de las formas de la Literatura, y como un cuadro de Antonio López me engancha con su perfeccionismo de fotografía subjetivada, aunque sea todo mentira, tela y óleo o, en el caso de la Literatura, palabras, es decir, pura ficción.
Adicionalmente está esa historia principal que hemos mencionado, en la que se aúnan la ternura y la magia del enamoramiento, con unos paisajes hermosos, diferentes, marco o fondo ideal de esta historia de amor no expresado hasta caer en el libro. No veo aquí un libro de viajes solapado, pues la intensidad y la cantidad de los pasajes dedicados al descubrimiento del país no distraen ni sombrean la importancia y la profundidad de ese sentimiento que origina el texto sino que más bien lo acompañan o potencian . Texto escrito con una prosa que fluye, bellísima, por momentos prosa poética por la fuerza del sentimiento, la alteración, la enumeración de las virtudes de ser amado… O humorística, sin pausa, desternillante, producto de carcajada brutal ante la procacidad del personaje mitad pueblerino, mitad sicalíptico.
Por poner un pero, diría que, en mi opinión, se aparta el autor un poco del hilo cuando, al final, enumera una serie de casos de violación de los derechos humanos de los homosexuales que, aunque se agradezca en términos generales (hay gente que se cree que estas cosas ya no suceden), aporta un paréntesis en la historia cuya gran altura emocional se ve enfriada por este documento casi ensayístico, aunque de gran valor. Es una observación, no obstante, subjetiva en esencia.
La novela, que narra las vacaciones de un homosexual español en Birmania es, en realidad, un canto al amor no correspondido, o el amor no expresado porque el enamorado nunca se atreve a declararse. El bello autóctono de fuertes pies y amplia sonrisa, no parece exteriorizar nunca un sentimiento similar al del protagonista, recíproco, lo que disuade al primero de usar las palabras claras que desvelarían el misterio.
El español ha regresado, han pasado dos años desde su viaje, pero no olvida, no puede olvidar y escribe sus recuerdos como quien exorciza, o como quien confiesa, o como quien clama en el desierto de su propia alma y solo le responde la arena que va y viene y forma y “desforma” dunas.
A destacar el magnífico comienzo, laberíntico, misterioso, pseudo-histórico, caleidoscópico y brillante como le cuadra a un escritor de raza que nos embauca desde el primer momento. Un acierto. Y se puede decir más alto (UN ACIERTO), pero no más claro. Una buena novela escrita magníficamente, por la que los ojos fluyen… Y los sentimientos a la par.

Desde una habitación desordenada, Rukaegos (1 de mayo de 2012):
Me comentaba hace algún tiempo un viejo amigo, escritor y gay, que la llamada literatura gay se había venido convirtiendo en una acumulación de historias romanticonas sin demasiado interés, llenas de lugares comunes y faltas de técnica y vuelo literario. Confirmo a grandes rasgos esa lectura, a pesar de que podamos encontrar novelas excepcionales escritas o protagonizadas por personas lgtb, a pesar de que incluso adentrándonos en las procelosas aguas de la literatura de género, y más precisamente de la literatura gay, hallamos encontrado páginas para el entretenimiento, para una tarde agradable, para un par de lágrimas. Sobre todo para reconocernos como en un espejo en las venturas y desventuras de los personajes. 
Cierto escepticismo te obliga a coger con cierta prevención tan peculiares títulos. Más cuando han sido escritos por un amigo, por alguien a quien aprecias de manera sincera. A coger el libro casi rezando para que como mínimo sea aceptable, razonable. 
No me he encontrado con una obra cumbre de la literatura universal al leer Hermano , de José Luis Serrano o, más bien, elputojacktwist. Pero sin duda me he encontrado con una buena novela. Escrita con maestría, con dulzura, con ironía, llena de fuerza en las contemplaciones y en las descripciones y de ácido corrosivo en las divertidísimas miradas al marimundo provinciano.
Tres libros en uno. Un libro de viajes, inciático, en el que el protagonista se enfrenta a Birmania a sus costumbres, a sus personajes, a sus paisajes. Revisitando lugares sin duda conocidos y amados por el autor desde una perspectiva romántica y evocadora que teje un imán alrededor del país incluso para quienes padecemos de un virus occidental en nuestra agenda de intereses. El encuentro con una tierra cargada de símbolos, de magia, sobre todo de una tierra diferente, de unas gentes diferentes cuyos códigos, cuyos colores, necesitas aprender y aprehender. Un segundo libro, una narración romántica, la crónica de un enamoramiento, la aproximación del narrador al muchacho delgado, exquisito, de peculiares formas y olores, de seductoras sonrisas, de movimientos que imaginas gatunos cuando lo presenta jugando con su pelota de ratán (tictactictactictac). Una historia en la que la carne no se manifiesta y que se convierte en espejo de todos los que hemos sufrido esos amores platónicos, idealizados, ante ese muchacho maravilloso por una u otra razón, que sabiéndolo o no ha jugado con su atractivo para apostar fuerte contra nosotros, que nos ha hecho temblar de emoción o de ansiedad esperando el momento en el que la camaradería, la complicidad, el roce accidental, llegaran a convertirse en una caricia, un abrazo, un te quiero, una noche de sexo abierto y encendido. Una historia difícil de cortar porque no llegó a dar comienzo, no en la forma esperada, y que satura nuestros pasados de muchachos birmanos. O de juanes, diegos y óscares.
Un libro escrito con exquisita sencillez, buscando la palabra precisa para pintar colores y emociones sin excesos ni ñoñerías. Y que de tanto en tanto rompe (no he visto este dato resaltado en algunos de los apuntes y crónicas sobre el libro pero me parece brillante y fundamental) en un homenaje a las criaturas de Mendicutti o simplemente a esa realidad de la marica mala pero que muy mala en los sabrosos monólogos telefónicos de una prima provinciana y malapécora que nos lleva de habladuría en habladuría y de majadería en majadería en un retrato fresco y nada sutil de ciertos personajes bien conocidos y experimentados. Un humor capaz de reconstruir el enunciado del "efecto mariposa" explicando que "si una marica se la chupa a un negro en una sauna filipina un gay de Valparaíso no se comerá una polla en un mes".
Hojeé Hermano nada más recibir el encargo, y ya me sentí cómodo, transportado al hermoso afecto que se nos contaba, a las ácidas maledicencias y a las postales fascinantes. Y por fin lo he leído con detenimiento en estos días, encontrando un lenguaje dócil y amaestrado, directo y encantador, capaz de entreverar las páginas saltando del viaje al amor, del amor al impúdico cotorreo, del cotorreo al viaje, sin dejar caer la tensión, sin dejar de envolver tu mirada y atrapar al lector avezado en una tela de araña de tinta, papel y palabras. Un pequeño placer. Una gran satisfacción. Unas horas de vuelo libre al paraíso regaladas con generosidad por la mano maestra de un buen amigo: José Luis, ¡gracias!


El amante del volcán (23 enero 2012):

Conozco a José Luis hace ya unos cuantos años. Virtualmente, de esa manera extraña y fascinante por la que comenzamos a conocernos algunas personas hace unos años, especialmente aquellos que nos unimos a aquel movimiento tan motivador y efervescente que fue el mundo de los blogs personales de hace unos 6-7 años, desplazado después por la inmediatez y facilidad que impusieron las redes sociales. Y digo José Luis, porque para mí fue casi desde el principio José Luis, ya que mi interés por aquellas cosas que escribía "Elputojacktwist" en su blog me hicieron más pronto que tarde entrar en contacto personal (aunque aún electrónico) con él. Intercambiamos muchas ideas e intereses a través de chat y sobre todo e-mails, pero aquello fue, poco a poco, diluyéndose. La misma maldición de las redes sociales que nos hizo (a algunos) abandonar bastante el mundo del blog, nos volvió a unir, de otra manera, como observador y espía mutuo de lo que el otro piensa, le interesa, le hace gracia, descubre...

En cualquier caso, mi primer contacto real con José Luis fue precisamente en la presentación de su primera novela, "Hermano", hace menos de dos meses. La generosidad de José Luis hizo que saliese del acto con uno de los ejemplares bajo el brazo, debidamente dedicado, y que me producía cierto temor leer. Porque no suelo leer novela española actual, vete tú a saber por qué, unido a que siempre me produce pavor leer lo que ha escrito alguien conocido por temor que no me guste y a ser demasiado crítico con la opinión que uno se siente obligado a dar en estos casos. Así, lo he dejado reposar un tiempo. Pensaba que iba a ser aún más. Pero ayer, con la intención más de hojearlo que de leerlo en serio, me sumergí en él.
Hoy a mediodía he terminado. Sencillamente lo he devorado de dos tacadas, algo que supongo que dice mucho del libro, pero también de mí, que no me dejo absorber por cualquier lectura.

Me ha gustado, creo que está muy bien escrito, lo cual ya suponía de un libro salido de su mano.
A pesar de que, como también se ha dicho por ahí, me parece que sobran cosas en la novela, creo que consigue no despegarse demasiado de su esencia, que no es otra que la de ser una preciosa mirada hacia algo tan universal como el amor y la fascinación.
En mi opinión, sobran demasiadas explicaciones del protagonista en una historia que es pura elipsis, a través de la obligada falta de comunicación entre los dos personajes, y al tiempo pura metáfora en la que la fascinación que nace y se despliega poco a poco hacia el país (las descripciones son sencillamente maravillosas, literatura de alto nivel), se va mezclando, enredando, emulsionando con esa otra hacia el chico. Por ello, a veces encuentro innecesarias las explicaciones algo torpes del narrador, en una historia en la que nada de lo esencial, en realidad, se dice. Quizá sea una mirada inocente hacia la propia inocencia que supone siempre enfrentarse a algo tan inmenso como el amor.

El amigo español también me sobra, a pesar de que con algunos pasajes me he reído sobremanera, pero creo que tampoco era necesario hacer respirar dentro de la otra novela. O las reflexiones y denuncias acerca de la homofobia, siempre necesarias, pero que creo que el autor ya ejerce mejor en otros contextos y que en mi opinión distraen demasiado de la historia que se cuenta.

A pesar de todo ello (algo que quizá en otra novela no habría perdonado), sigo pensando que ha escrito un gran libro, una gran historia: una exquisita mirada hacia el abismo del amor, la fragilidad de la existencia y la alegría de vivir, los tres pilares de la historia que, con la solidez de su verbo, quedan sobradamente defendidas (con esa maestría para la narración, aunque sobre, en realidad nada sobra).

Sobre todo me deja muy buen sabor de boca el final (más allá del accidente de la despedida y la excusa para el título de la novela) en ese equilibrio inestable que supone la duda mayúscula, la tristeza de la pérdida, y lo que a lo largo de todo el libro hemos visto que desencadena: una honda obsesión que ha paralizado al protagonista, pero que no lo destruye, sino que (al menos yo lo veo así) lo hace crecer en saber quién es él, y cómo quiere estar en el mundo. Esa felicidad sin causa que salpica la novela, al principio como algo nuevo que descubre en Birmania, pero que poco a poco se va incorporando a su vida, a su manera de ser y de estar, y que es el regalo con el que yo veo que el protagonista se queda. Un amor que no existió, ¿quién sabe? (como decía Mendicutti en la presentación, los amores que no fueron, pero que nos hicieron amar, también son amores), pero que ha hecho crecer al protagonista, haciéndole consciente de ser capaz de amar, pero sobre todo de gozar de la vida en este instante tan corto en el que vivimos. En la frontera de haber vivido una historia de amor inolvidable, que se quedó en ese limbo de la culminación, pero que precisamente por ello da valor a todo lo demás: a la vivencia de por sí, a la riqueza de su fascinación, y sobre todo a esa sensación de ESTAR VIVO que creo que es lo más importante de la novela.

Mónica Martín, escritora. Universogay.com (15 enero 2012):

Con la opera prima del putojacktwist llega la sorpresa al panorama literario LTGB. Nos deja un relato fotográfico y vivo de un viaje hacia el interior de una Birmania desconocida por el primer mundo, que terminará convirtiéndose en el sentimiento doloroso e hiriente, aún en la distancia del recuerdo, que es el amor.

Recuerdo muchas veces la tarde de la presentación del libro Hermano, (escrito por José Luis Serrano), para todos elputojacktwist. Yo pensé que aquel era un libro más, una presentación más en la que un autor más o menos nervioso defendería su obra, el derecho a tener una obra, la capacidad que tendría su obra para impresionar a un lector. Yo pensé que aquella tarde hablaríamos asépticamente de la obra y terminé con los ojos llorosos escuchando como María Castrejón leía un párrafo de la opera prima del putojacktwist. (ay tu libro!). No tanto por la voz de María, que también, sino más bien por la poesía que destilaba cada una de las palabras que iban colándose lentamente en mis oídos.

Me acuerdo de un hombre alto y delgado hasta el infinito y miles de mandarinas abiertas debajo de sus pies, de la teoría de las microluchas vertidas en paneles mapamundi en los que se encienden o apagan lucecitas, de la inferencia mediante la cuál una mente matemática es capaz de empezar hablando de cubos de arena y terminar hablando de saunas para olvidar. Esto es, o al menos a mi me lo parece, el grandísimo talento que ha demostrado el autor, puesto que, aunque sea esta su primera obra publicada es con diferencia una de las mejores obras de temática LGTB que he tenido el placer de leer. Y cuando digo placer, lo digo en el sentido más literal y erógeno de la palabra. Me refiero a ese tipo de placer que va naciendo desde el útero y termina por explotarte en los ojos.

Hermano, es una carta y un cuento largo y una historia de amor y una novela y no es lo que sea. Porque lo que sea o pudiera ser, está en tierra de nadie y esta historia de amor está perfectamente acotada en el espacio y en el tiempo. Tiene una trama, en la que sus personajes están construidos a golpe de emoción. Es un viaje hacia una tierra hermosa y desconocida, brutalmente explotada por un primer mundo que la ignora como si fuese una vulgar meretriz. Un lugar donde la belleza de los templos y las calles; las mujeres y los patios; los dulces y la tierra; los cánticos y los turistas que roban en sus fotos los instantes de una sociedad que no puede derrumbarse porque nunca estuvo efectivamente en pie; es toda la riqueza que pueden poseer los niños. Juegan descalzos con su pelota de trapo y mientras tanto Hermano se deja fulminar por el brillo de unas pestañas sucias y un sabor a café aguado y un olor a verde, cuando el verde por supuesto, se ha convertido en un insulto.

Yo no puedo describir lo que es Hermano sin caer en la trampa que te tiende el autor en la apertura; ahora lo hemos dejado claro; de su novela. No puedo hacerlo sin decir que esta no es una novela histérica y demente. Ni desquiciada. Ni ha sido un fracaso conceptual, ni lo ha intentado. Ni ha caído en la trampa de intentar demonizar nada, tan solo esa pequeña fuga de rabia interior que se desata casi al final cuando comprende que el verde seguirá siendo un insulto durante el resto de su vida pero, es algo totalmente comprensible y humano. Ni tiene tendencia hacia nada que no sea otra cosa que caer en el juego, en el dolor que supone este juego, de enamorarse a destiempo de lo que supondrá, tal vez, el baño de realidad más insultante que Hermano tendrá en toda su trayectoria vital.

Este cuento largo o carta de amor o lo que sea te permite posarte a leerlo con la verdadera perspectiva que te dará la vida cuando tú también entiendas que el verde no es un color sino un sentimiento roto. Que Birmania no es un país sino todo lo contrario. Que elputojacktwist no es solo un bloguero, sino un pedazo de escritor de los pies a la cabeza.

Javier Sáez, ensayista y teórico queer (enero 2012):

 He disfrutado y a la vez lo he vivido con cierta angustia, creo que retratas muy bien esa situación de amor no correspondido, de incapacidad de hablar y negociar sentimientos que tenemos los hombres, de miedos a pasar cierta frontera en el deseo. Por un lado es un tipo de situación que me da cierta rabia, la idea de enamorarse de alguien sin que haya signos de correspondencia, y sobre todo de un presunto hetero…


Marisa Rubio, escritora (11 de enero 2012):

He pasado cuatro días en Birmania.
Me he enamorado como una chiquilla de un hermoso birmano veinteañero, moreno y ágil, que juega con una pelotita de ratán en un patio, acunando la modorra de mi siesta, tictictictac…
He llenado mis fosas nasales de humedad, de frescor, de calor, de olores demasiado sensuales, demasiado fragantes, demasiado intensos como para olvidarlos fácilmente.
He mirado alrededor y he visto verde. Verde en las hojas, verde en los cestos del mercado, verde en las longyi de los hombres, verde en los arrozales.
También he visto el marrón de los caminos y las casas, he masticado el polvo de las carreteras y me he quemado las pestañas con el ardiente sol del país.
He aprendido que empaparse con la lluvia de los monzones no es algo que haya que, necesariamente, evitar. Que, incluso, es agradable.
He viajado en un destartalado cochecito con colas de zorro colgando del techo, sin aire acondicionado ni airbag. He traqueteado por caminos imposibles, parando a menudo porque un camión había volcado o un pedrusco obstruía el camino, he visto por la ventanilla  un precipicio con búfalos allá abajo o un paredón cuyas piedras sueltas por la lluvia amenazaban con venirse encima. Pero no me ha importado, porque el conductor era mi hermoso birmano, y porque una gota de sudor le corría por el cuello, hacia la clavícula.
Porque siempre recordaré esa gota.
Y el olor de su boca.
Si a estas alturas me estás envidiando y quieres hacer lo mismo que yo, viajar por Birmania, enamorarte del hermoso birmano, oler la humedad y ver el verde…  lee   “Hermano”, de José Luis Serrano, (elputojacktwist).
Léelo, y  volverás a recordar lo que es enamorarse como cuando uno/a tenía solo veinte años y todo lo que importaba era esa gota de sudor corriendo clavícula abajo.
Viajarás por Birmania en el coche destartalado y disfrutarás de cada minuto del camino. Se te llenarán los ojos de piel morena, de todos los colores de los longyi, de momentos de belleza congelada en el calor de la tarde birmana.
Sonreirás y te emocionarás. Pero, sobre todo, sentirás.
José Luis Serrano te atrapará en Birmania, junto al hermoso birmano, y llorarás cuando tengas que regresar a Madrid.
Te lo garantizo.

Fernando J. López, escritor. Primetime (5 enero 2012):

No es el amor quien muere,
somos nosotros mismos.
Luis Cernuda

Con estos versos de Cernuda arranca uno de los capítulos de Hermano, la primera -y notable- novela de José Luis Serrano, conocido en los medios culturales 2.0 como elputojacktwist. Y son, precisamente, estos versos -no en vano escogidos por su autor- los que mejor resumen la esencia de esta novela breve -o relato largo: escojan ustedes- que tan bien se ajusta a los rasgos de la Novelle alemana y francesa. Novelle en la que, como exige el género, no pasa apenas nada -en realidad, vivir es algo muy parecido...- y, sin embargo, las emociones se suceden en ella formando un tejido tan espeso que resulta imposible no identificarse con el protagonista-narrador de este libro que parece escribirse a sí mismo y que, en un acto impúdicamente cervantino, nos cuenta su propio proceso creador.

Tras unas primeras páginas algo farragosas -donde el juego de referencias y narradores puede distraer del verdadero corazón de la obra-, llegamos al comienzo del viaje que nos propone su protagonista. Y enseguida nos damos cuenta de que -afortunadamente- no estamos ante un libro de viajes convencional, ni ante una novela sentimental, ni ante una obra de memorias. Estamos ante un yo que se decide a desnudar sus emociones en un exorcismo que cualquier lector con un mínimo de experiencia emocional podrá identificar. El exorcismo que exige toda despedida, toda ruptura, todo después. La muerte del amor de la que hablaba Cernuda y que nos obliga a construirnos de nuevo cuando sabemos que el yo que antes éramos ha quedado olvidado con la persona a la que hemos amado. A la que ya no podemos seguir amando.

El viaje en Hermano no es, por tanto, un elemento documental. Ni decorativo. Ni siquiera aporta grandes giros de trama: no se trata de eso. Se trata de caminar junto al protagonista, de enamorarnos -como él- de ese chico birmano al que construye desde el recuerdo y desde la nostalgia. De adentrarnos en los recuerdos de un viaje que, a modo de magdalena proustiana -otra de las referencias que se hacen explícitas de la obra-, desatan tanto los flash-backs del narrador como las sensaciones del lector de esta novela.

Tras las páginas de Hermano se percibe a un escritor que es, además, un gran lector. Y esa voracidad le hace, en ocasiones, sumar demasiadas notas a pie de página que quizá no siempre necesita para construir el mundo en el que consigue que entremos casi desde el principio. Y lo consigue porque la calidad de su prosa ya comunica, por sí sola y con la suficiente intensidad, la lucha interna del personaje, la agonía de quien se niega a empezar a ser y tiene, para ello, que asumir y revivir lo que se ha sido. Un viaje -interior- que acompaña al trayecto -exterior- que sostiene el argumento de un texto mucho más reflexivo que narrativo.

En el conjunto, solo me disuenan los monólogos de un personaje secundario -amigo del narrador- que, si bien contribuyen a cambiar el ritmo y el tono de la novela, no llegan a aportarme demasiado y, sobre todo, me interrumpen en medio de la contemplación voyeurística -y a menudo, muy empática- de los sentimientos del protagonista. En estos capítulos -escasos, por otra parte- se construye una voz fresca, divertida y con un sentido del humor muy próximo al mundo del primer Almodóvar o a las novelas de Mendicutti, pero no es una ruptura necesaria en una novela donde la densidad lírica no solo no cansa sino que emociona.

En cualquier caso, Hermano es una novela muy recomendable para quienes preferimos la literatura como un interrogante, como un encuentro con uno mismo, como un viaje hacia recuerdos que, como el protagonista, a menudo no sabemos dónde colocar. En caso de que prefieran vampiros adolescentes o psicópatas suecos, déjenlo. En Hermano hay mucho más del aliento de Muerte en Venecia que de Millenium.

Susana Hernández, escritora (23 diciembre 2011):

José Luis Serrano, más conocido como ElPuto Jacktwist, ha debutado a lo grande en la narrativa, ya tiene algún bagaje como poeta y una extensa trayectoría como blogger y crítico. Lo ha hecho con una novela, o carta o cuento largo, no se sab bien (según sus propias palabras) y la verdad es que da lo mismo, en este caso la carrocería es lo de menos porque el chasis es de autentica categoría.
 
Serrano se ha alejado, diría que de forma deliberada, de todos los tópicos que salpican la literatura gay, a veces justa y otras injustamente. Ha dejado de lado el sexo explícito y ha puesto su elaborada prosa al servicio de los sentimientos, de las emociones, sobre todo de las emociones menos reconfortantes, las que tienen que ver con el fracaso, con la sensación de haber perdido un tren que no volverá pasar, con ese amor platónico que duele tanto y da tan poco a cambio. Hermano es el relato de un amor que no fue, de un viaje por Birmania que fascina por la sencillez con la que está contado, tan lejos de algunos libros de viajes escritos en los que abundan el exceso de datos y que acaban pareciendo una guía de viaje. En Hermano, el autor nos llerva de la mano por Birmania casi sin querer, como si en realidad el país sólo estuviera allí de fondo, de exuberante paisaje porque lo esencial en esta historia es el bello guía autoctona que le roba el corazón al viajero español.
 
Serrano ha escrito un libro hermoso de verdad, con una prosa sencila y precisa y una ternura que conmueve de principio a fin. Su mirada inteligente y limpia nos lleva por Birmania y por los recovecos del amor no correspondido con una magnífica elegancia y de paso dignifica la literatura epistolar tan denostada en estos tiempos de chats y mensajes cortos, y viene a demostrarnos que las mejores cartas son , casi siempre, las que el destinatario nunca recibirá. Por fortuna para nosotros, al menos ha decidido compartir la carta, cuento largo, novela o lo que sea con todos nosotros.
 
Hermano está editado por Egales Editorial. 


Daniel Estorach Martín, Proyecto Fuera de Serie (16 diciembre 2011):

Intentar describir lo que sentí leyendo esta novela no es sencillo. En primer lugar, porque no es una novela al uso y, en segundo lugar, porque nunca antes había leído una novela de este tipo. Tras leer el que para mí es uno de los más espectaculares principios de una novela, digna de un auténtico malabarista de las letras, jamás imaginé que la historia que se iba a desarrollar delante de mis ojos podría despertar ciertas sensaciones y sentimientos en mi interior. Me sentí transportado a Birmania y viajé junto al narrador y protagonista por sus parajes; ahora siento como si de verdad hubiera estado allí, y eso es gracias al virtuosismo que demuestra José Luis Serrano describiendo lugares y escenas, sensaciones, momentos, costumbres, personas. Incluso me sorprendí en algunos momentos, siendo como soy heterosexual, enamorándome de aquel chico birmano que jugaba con su pelotita de ratán en un patio azotado por el monzón frente a la ventana de mi habitación de hotel. No es una novela sencilla, ni para todos los públicos, pero no me cabe duda de que, para el que la sepa afrontar sin prejuicios, disfrutará de una auténtica Fuera de Serie.

Iñaki Echarte Vidarte, escritor (6 diciembre 2011)


Cuando José Luis Serrano (aka elputojacktwist) me mando su nueva novela Hermano (Egales, 2011) la cogí entre mis manos y leí la contraportada. Me entró un poco de miedo; me hice mis coordenadas mentales y pensé que no me iba a gustar. Pensé que iba a leer una novela de descubrimiento sexual con un nativo asiático, birmano en este caso. Había leído por ahí que el libro no tenía ninguna escena sexual, pero no las tenía todas conmigo. Hace unos meses ya leí una novela con mucho sexo ambientada en el sudoeste asiático; Un ángel disfrazado de fantasma (bubok, 2011) de Jesse Gray y ya me había quedado satisfecho con la experiencia. No me apetecia repetir.
Así que comence a leer Hermano con cierto temor, con miedo a encontrarme una escena de sexo en la primera página, en el baño del aeropuerto. Pero, para mi sorpresa, me encuentro con un libro totalmente diferente al imaginado. Hermano es un libro escrito con delicadeza, que habla del amor con letras mayúsculas, que explora ese sentimiento entre el turista y el nativo que es superior al amor y el deseo. Ambos sentimientos están ahí, entre los protagonistas, pero también están la amistad, la complicidad, y las necesidades de los personajes; el turista necesita un guía, un protector y el nativo necesita un benefactor, una fuente de ingresos. Y todo esto junto puede ser un coctel tremendo. Con todo esto se puede construir una novela obvia, ramplona, llena de lugares comunes o se puede escribir una novela bella, llena de detalles, una novela sensible, digna de esas películas clásicas donde la actriz de Hollywood vivía aventuras en tierras africanas. Hermano es como estas películas, mejor que estas peliculas.
Hay un par de pasajes en esta novela realmente increíbles. Uno lo protagoniza un recepcionista de un hotel que intenta hacer lo que el turista espera de él, y se queda con las ganas. El otro lo protagoniza una gota de sudor a lo largo del cuerpo de un nativo; la escena más sexual de una relación en la que los protagonistas a penas se tocan. Sin duda es una de esas novelas que hay que leer este año, y releer el año que viene.  

Jaime Díaz, Shangay.com (1 diciembre 2011):

Primera novela de José Luis Serrano (1967), también conocido como elputojacktwist. Con este curioso alias firma sus colaboraciones en la web lgtb dosmanzanas.com -que debe su nombre al monumental lío (verbal y frutal) que se hizo años ha la flamante alcaldesa de la capital del reino- este manchego licenciado en Matemáticas. Conocien-do este último dato, no es de extrañar que el prólogo (no prólogo) de "esta novela (o carta o cuento largo o lo que sea)" comience con un chascarrillo sobre un matemático sueco que se la estaba pegando al señor Nobel con su esposa (esa esposa que el inventor de la dinamita jamás tuvo...). Le siguen una retahíla de nombres entre los que están la reina Victoria, Virginia Woolf y su madre, Helena Blavatsky... En fin, un poco de lío, ¿no? Pues sí, pero precisamente en todo este lío reside la gracia -o al menos parte de ella- de esta original y notable novela (o lo que sea), de la que cualquiera podría imaginar "que será el típico libro de viajes disfrazado de historia de amor, o la típica historia de amor disfrazada de libro de viajes". Bueno, al menos ya sabemos que hay un viaje y un amor... El viaje lo hizo el narrador de esta carta (o lo que sea) a Birmania (aunque todos sabemos, el autor incluido, que ahora se llama Myanmar), y el amor lo encontró también allí, un par de años atrás, en un viaje veraniego. Y el depositario fue un muchacho de fantástica sonrisa que le hizo de guía en Mandalay durante tres semanas, y que poco más le hizo. A pesar de que se trata de un amor no consumado (o acaso precisamente por eso), él lo vive y lo revive con gran intensidad: "Otra vez desperté con el recuerdo del aterciopelado bozo dorado que remarcaba tu labio superior, aquellos labios que nunca besé". Como contraste al acendrado lirismo de sus recuerdos, en este cuento largo (o lo que sea) también se intercalan de vez en cuando pasajes en los que predomina lo soez, escenas "madrileñas" donde un amigo del narrador/protagonista que se dirige a él llamándole ‘puta' o ‘cabrona' da rienda suelta a su infatigable lengua viperina: "¿O sigues enamorado del birmano ese hijoputa que te calentó el coño hace dos años?". Pues parece que sí, aunque lo cierto es que escribe para olvidar, para dejar de soñar con ese chico que, maldita sea, cuando se despedían en el aeropuerto, le llamó ‘hermano'...

GorkaG  (21 noviembre 2011):

Hoy, para empezar el lunes con ganas, os quiero recomendar una novela, porque para los que nos gusta leer, coger un buen libro sigue siendo uno de esos placeres que no se puede comparar, sobre todo si nos sumergimos en una historia como pocas. Y este es el caso de Hermano, un novela, una carta larga, o un cuento, como duda el protagonista que relata esta historia en primera persona. Aunque para ser sincero, Hermano son dos libros en unos: por un lado se encuentra buna historia de amor imposible, de esas que nos hacen sufrir sin parar por empeñarnos en que queramos aquello que jamás podrá ser para nosotros, y por otro lado es una guía turística para Birmania como pocas otras, mostrando lo bello y terrible del país a la vez, en los ojos de un turista sin miedo a conocer una cultura, pero criado en otra.
     Algo curioso que me pasó con esta novela es que según iba leyéndola a mi mente venían dos escritores icónicos: Gala y Mendicuti, pero hacerse listo antes de tiempo es malo, y en la propia novela se los menciona en un guiño a los lectores marisabidillos para que no nos demos de listos con elucubraciones que ya lo deja escrito. Pero es cierto que quien haya disfrutado con alguno de estos autores, verá en José Luis Serrano (al que todos conocemos como Elputojacktwist) una actualización de su obra. Pero en ningún momento hablo de copia, no, este libro y su autor tienen una personalidad muy propia que les distingue de los anteriores, de los que toma sobre todo algunos temas (relaciones imposibles, choques de culturas, etc.), algo que todos aquellos que seguimos a su autor tanto en su blog, como en facebook encontraremos sin problemas.
     Así que os recomiendo esta lectura, de la que nada sobra y todo encaja, especialmente esos monólogos- flasfowards que vienen a romper la tensión, creciente y a un ritmo muy vertiginoso,  así como los momentos descriptivos, o las repeticiones de recuerdos que hacen que el lector ahonde más en la sensación de agobio por librarse de una obsesión. Y por supuesto, el pequeño punto fetichista, imprescindible, y que humaniza al protagonista a tantos niveles que parece que nos está contando la novela.
 Por cierto, la estructuración en capítulos pequeños que la hacen más asequible para leer,  sobre todo para aquellos que lean en transportes públicos y tengan que estar pendientes de la próxima parada, es una pequeña maldición, porque una vez llegado a la mitad del libro, cuando uno se ha familiarizado con la historia, invitan a leer otro más, otro más (total, son cortitos) hasta llegar de vuelta del viaje y sean las tantas de la noche. Y ese es el mayor piropo que se puede echar a un libro. No puedo cerrar esta critica sin decir que, ha nacido una estrella.